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El Alvaro Uribe que votó por el SI

  • Foto del escritor: Comuna 10 Neiva
    Comuna 10 Neiva
  • 4 oct 2017
  • 4 Min. de lectura

Calles polvorientas de caminos destapados dominados por el estrambótico sol de un medio día que se conjuga en un paisaje de árboles secos, casi desérticos, dando la sensación de estar viajando más allá de la periferia de la ciudad, nos indica que el destino está cerca. A pesar de vivir en la inopia, esta comunidad tiene la fortuna de recibir los primeros rayos del alba por estar ubicado en la punta del oriente de Neiva. La cordillera que vislumbra a lo lejos le provee de ráfagas de brisas cálidas y noches tranquilas.


Las casas que fueron levantadas allí con materiales tan rudimentarios como sus sueños, alcanzan a dimensionar el arcaico problema de la desigualdad social que se agudiza con el paso de las campañas políticas de turno. Sus habitantes con desconfianza observan a los forasteros que se atreven a entrar en sus calles tejidas como laberintos, bajo la convicción de que contarán con suerte para no ser víctimas de las bandas delincuenciales que se postran paralelamente a la única entrada del barrio, y de esta forma tener dominio de lo que entra y sale.


El Álvaro Uribe es uno de los más de 100 asentamientos que proliferan en la ciudad de Neiva. Bautizado de esta manera por sus fundadores quienes creyeron que al ponerle el nombre del mandatario de la época, podrían llamar su atención para que le solucionaran sus necesidades básicas. Ese mismo presidente obstinado por acabar la violencia con más violencia cuyo resultado género “migrantes”, como los llamaba el mismo, para disimular la gravedad del calificativo de desplazados. Por eso le quitaron el Vélez, para rendir un tributo despectivo a ese presidente que los desamparó.


La mayoría de sus habitantes están cicatrizados por la violencia que se ensañó en los territorios a los cuales estaban acostumbrados a vivir, para luego tener que abandonarlo todo dejando atrás sus cultivos, amigos, sus memorias, algunas gallinas, pero ante todo la paz y la tranquilidad para luego encontrarse aventurados a conquistar territorios ajenos. De este modo se asentaron hace más de 15 años en uno de los predios de la familia más prestigiosa de Neiva: los Duque Gómez.


Pero no siempre fue así. Don Porfirio, un hombre jocoso en su forma de hablar, pero certero para cantar las verdades en la cara, lleva en su piel el color del Pacífico colombiano y las cicatrices en sus manos de haber labrado la tierra; este líder comunitario que aún conserva los vestigios de las bananeras, recuerda con nostalgia los inicios de su barrio y las precarias condiciones en las que llegaron a esta tierra de promisión, en busca de una oportunidad para vivir mejor. Eran terrenos baldíos cargados de manigua virgen. Hace veinte años nadie en la ciudad se habría atrevido a conquistar terrenos inmobiliarios más allá de la carrera 55, pero los desplazados por la violencia fueron los colonos valientes que se tomaron estas propiedades para sembrar sus esperanzas e iniciar una nueva vida.


Desde entonces se olvidaron de sus riquezas para sumarse a la larga lista de desplazados en este país. Según un informe de la Agencia de la ONU para Refugiados (ACNUR), Colombia era el segundo país con más desplazados en el mundo con más de 6 millones. Los colombianos siguen constituyendo el grupo más numeroso de refugiados en América Latina (357.900), aunque la cifra disminuyó en 36.300 personas en comparación con el comienzo del 2014.


Irónicamente el criterio de la ciudad donde se impuso el NO en el pasado plebiscito del año pasado por los acuerdos de Paz, opacó las voces de una comunidad en su mayoría afligida por el conflicto y que estaban a favor en buscar una salida a esta guerra; Esa misma que alguna vez los obligó a abandonarlo todo. Una derrota infame para las verdaderas víctimas que han luchado durante más de cinco décadas para abrirse espacios en la sociedad y poder ser visibles y escuchadas. De nuevo los habitantes del Álvaro Uribe se sintieron excluidos y silenciados.


A nadie le importó, -como ya se nos hizo costumbre- el destino de estos colombianos.


En la actualidad el Concejo de Neiva está tramitando una Política Pública de Asentamientos liderada por el concejal Mateo Trujillo en la cual busca mitigar, solucionar y prevenir la proliferación de asentamientos en la ciudad, creando un banco de tierras para poder brindar viviendas dignas y sanear las necesidades básicas de estas comunidades.


Algunos asentamientos podrán ser legalizados lo que traerá alivio a sus colectividades que han estado esperando esta noticia por más de 30 años. Otros tendrán que ser reubicados por el alto riesgo que representa el terreno en el cual fueron fundados, como es el caso del asentamiento Brisas del Rio, que al estar situado en la ladera del rio Magdalena representa un riesgo para sus habitantes. Por ahora el gobierno municipal promete reubicarlos a todos.


Los colombianos que aún queremos la paz y creemos en los acuerdos seguiremos luchando y exigiendo al gobierno nacional que concluya este proceso con los resultados que deseamos todos, para que de esta manera podamos devolverles la dignidad a nuestras víctimas y de una buena vez finiquitar más casos de desplazamiento, y de esta manera que no existan más Álvaros Uribes.


Por: Juan Camilo Ortiz


 
 
 

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